Tras
explicarnos los motivos por los cuales se introdujo en el mundo del periodismo,
Gervasio nos cuenta su punto de vista sobre el golpe de Estado del 23 de
febrero de 1981.
Recordemos
que el 29 de enero de ese mismo año Adolfo Suárez había dimitido como
presidente de España. Durante la sesión de investidura de Leopoldo Calvo Sotelo,
a eso de las seis y media de la tarde, se produjo la toma del Congreso por
parte de las fuerzas de la Guardia Civil a las órdenes del teniente-coronel
Tejero, así como la declaración del Estado de excepción en Valencia de la mano
del capitán Milans del Bosch. El golpe de Estado fracasó por las diferencias
entre los implicados y la intervención del Rey.
Para
Gervasio, la forma en que los periodistas trataron el 23F fue más que aceptable
al hallarnos por aquel entonces en la cumbre de la calidad periodística de este
país. “Fue la ostia ese día. La prensa jugó un papel importantísimo: las
fotos que se hicieron, cómo se retransmitió la información… Yo estaba en la Universidad
y toda esa noche estuvimos muy bien informados de lo que estaba pasando, porque
la prensa hizo un gran trabajo”.
Asimismo,
nos narra uno de sus primeros viajes como fotoperiodista unos años después. Su
destino fue El Salvador, un país que, desde 1980 se hallaba sumido en una
guerra civil en la que los Estados Unidos daba su apoyo al gobierno y al
ejército salvadoreño por la preocupación norteamericana por la Guerra Fría. Esta
guerra civil, que duró hasta 1992, tuvo, como una de sus consecuencias
principales, la emigración de la quinta parte de la población de El Salvador a
Estados Unidos, y se saldó con 75.000 muertos, aproximadamente.
Gervasio
nos explica que llegó a El Salvador atravesando la frontera con Guatemala, y al
contrario que en este último, la guerra se hallaba en la ciudad. “Ibas del aeropuerto a la ciudad y
podías encontrarte controles de la guerrilla”, explica el periodista. Nada más
acreditarse ante las fuerzas salvadoreñas, empezó a moverse. Su intención era
montarse en un autobús, con la esperanza de encontrarse con la guerrilla y
poder entrevistarles. Pasados los años, admite que era algo peligroso, pues
podían arrebatarle su cámara y tildarle de espía.
"Recuerdo que sentí que parecía una gran aventura, pero al final te das cuenta de que la guerra no tiene nada de aventura cuando empiezas a ver a la gente morir".
Consejo
para jóvenes periodistas nº3
“Claro que las cosas están muy jodidas ahora mismo, y lo dice alguien que tiene cierto nombre. ¿Pero la alternativa cuál es? ¿Dejarte domar con veinte años? Si te dejas domar con veinte años, con treinta lo seguirás haciendo, y con cuarenta, ¿sabes qué te ocurrirá? Que encima justificarás que te han domado; argumentarás incluso que claro, que no te quedaba más remedio que hacer eso. Y con cincuenta años pensarás que vaya mierda, que estás trabajando en una profesión en la que no crees”.
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