La prensa libre debe abogar siempre por el progreso y las reformas. Nunca tolerar la injusticia ni la corrupción. Luchar contra los demagogos de todos los signos. No pertenecer a ningún partido. Oponerse a los privilegios de clases y al pillaje público. Ofrecer su simpatía a los pobres y mantenerse siempre devota al bien público.
Joseph Pulitzer (1847 – 1911)
Es curiosa esta frase. “Nunca tolerar ni la injusticia ni la
corrupción”. “Oponerse a los privilegios de clases y al pillaje público”.
“Mantenerse siempre devota al bien público”. Lo cierto es que cada vez que la
leo me entra la risa. Me resulta cómico en exceso. Pero ojalá fuesen carcajadas
de alegría. Por desgracia, se trata de una risa histérica, una risa que da
grima escuchar, tétrica, triste, dolorida. Parece que Joseph Pulitzer hablase
de otra dimensión.
¿Realmente se puede aplicar
esta frase hoy en día? No lo creo. Es más, estoy convencida, y en mi modesta
opinión creo que muchos piensan igual que yo, de que la respuesta es una
tajante negativa.
¿Cómo podemos afirmar que vivimos en una sociedad donde la libertad
de prensa es completa y absoluta si son los mercados los que dirigen a los
medios de comunicación? Mandan, ordenan y hacen saber. Sí, señor. A eso lo
llamo yo tiranía.
No estoy segura de si Joseph Pulitzer imaginó que el periodismo
acabaría convirtiéndose en una profesión tan desprestigiada y, como no,
comprada. Quizás sería mejor decir sobornada. La vejación a la que se ha visto
sometida destroza los corazones de todos aquellos que siempre hemos soñado con
poder ser algún día profesionales de la comunicación, así como los periodistas
que han visto desgarrado, descuartizado y destruido el auténtico objetivo de
esta profesión.
Visto el panorama, lo cierto es que no me extraña que se de lo que,
para mi, es un verdadero insulto para el periodismo, esto es, los llamados
“embedded jorunalists”, los periodistas incrustados.
Resulta absurdo que una persona que se haga llamar periodista
acceda a cubrir un conflicto informando desde únicamente uno de los bandos,
desde una tropa en concreto. Incluso si el sujeto en cuestión intenta ser todo
lo objetivo posible, siempre dará una versión tergiversada de los hechos.
Desayunar, comer y cenar con los soldados; viajar por el país a bordo de sus
vehículos; estar protegido continuamente por ellos; convivir, en definitiva, día a día con dichos
hombres hace que sea prácticamente imposible mantener la imparcialidad. Te
conviertes en uno de ellos, formas parte de la “familia”, eres uno más de la pandilla.
¿Cómo ir en contra de aquellos que han arriesgado su vida por ti,
que se han enfrentado a balas enemigas por defenderte? ¿Cómo criticar a los
que, hablando vulgarmente, te han salvado el culo en incontables ocasiones? En
mi opinión, es imposible.
Es por ello que no termino de comprender qué puede impulsar a un
periodista hecho y derecho a llevar a cabo semejante locura. Tal vez sea mi
ignorancia la que habla. Tal vez se me considere una ilusa por defender ideas
como la libertad, la justicia y los derechos. Desde luego no es algo que esté
muy en boga últimamente. Pero tal vez lo que se necesite sean algunos
ignorantes e ilusos más para recuperar el auténtico espíritu del periodismo,
para poder volver a decir, con orgullo y a viva voz, “yo soy periodista”. Solo
tal vez.
AST
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