sábado, 23 de junio de 2012

Las Revoluciones Árabes: Un mundo en proceso de cambio



Recuerdo haber leído en Público la noticia de un joven tunecino que se había inmolado a mediados de diciembre de 2010 por la confiscación de su puesto callejero de venta de fruta. Por aquel entonces, nadie podía imaginarse lo que llegaría a suponer el suicidio de este vendedor ambulante, ni las consecuencias que acarrearía. Desde luego, a mí ni se me pasaba por la cabeza.

Su muerte fue la chispa que prendió el reguero de la revolución en una zona reseca por el despotismo, la corrupción, el escaso desarrollo económico y las desigualdades sociales.

Las protestas se extendieron con rapidez por el norte de África. Los dictadores cayeron en la cuenta de que, en esta ocasión, no les sería tan fácil ignorar a sus respectivos pueblos. Asombrados, vieron sus regímenes tambalearse bajo el peso de las exigencias de los pueblos, que despertaban al fin del letargo en el que la desdicha, la humillación y la miseria les había sumido. Tras caer Ben Ali, el tirano tunecino, la revolución se instaló con fuerza en Egipto a principios de enero de este año, y dieciocho días después de dar comienzo, el general Mubarak se vio obligado a dimitir. La chispa de la revolución alcanzó Libia, la cruenta guerra civil iniciada por Gadafi ha llegado a su fin nueve meses después de la inmolación del joven tunecino tras la muerte del dictador libio.

La revolución no se ha quedado en África. Siria, Yemen, Arabia Saudí, Omán, Bahrein, Jordania, Qatar, etc., también están sufriendo en sus propias carnes la llamada “Primavera Árabe”. Las protestas se suceden en sus calles, y el pueblo se niega a rendirse, a pesar de la brutal represión de la que es víctima. Parece que la revolución no tiene límites.

Y de hecho, ha alcanzado incluso a Occidente. En países como España, Gran Bretaña o Chile se han sucedido numerosos movimientos pacíficos y protestas que en ciertos casos han finalizado con detenciones e incluso violencia policial. Incluso el todopoderoso Estados Unidos está siendo “víctima” de las manifestaciones de sus ciudadanos a todo lo largo y ancho del país.

Por todo lo expuesto, por la vital importancia que han cobrado las revoluciones árabes, no sólo en sus países de origen, sino en todo el mundo, por ello es por lo que he decidido realizar este trabajo.

Mentiría si dijera que no me he sentido fascinada por todo el proceso revolucionario, por la forma en que los pueblos se han rebelado tras tantos años de obediencia y servilismo, por cómo han decidido luchar por lo que creen justo y correcto aun cuando todo estaba en su contra. No se trata de pensar como un iluso, de confiar en que todo vaya a cambiar y por fin tengamos un mundo en paz y libertad.

Seamos realistas. Para creer en algo así hay que ser o muy ignorante o muy idealista. A mi pesar, opino que son los intereses de unos pocos los que mueven el mundo. Pero sea como sea, lo que se ha llevado a cabo en estos últimos nueve meses, lo que se ha logrado, y lo que está por llegar, es más de lo que nadie esperaba.

Un pueblo; un país; un territorio; un continente; un mundo en proceso de cambio. 

AST

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