Breve biografía de Jonathan Swift:
Nacido
en Dublín el 30 de noviembre de 1667, Jonathan Swift fue un satírico inglés
cuya obra más conocida es Los Viajes de
Gulliver. Al servicio de los whigs,
Swift escribió varias sátiras, pero desencantado con ellos por motivos varios
(por no favorecer su carrera eclesiástica y por no defender la Iglesia
anglicana, sobre todo) se acercó a los tories,
cuya satírica pluma quiso ofrecerles.
Así,
entre 1710 y 1714, Swift, al que se conocía y temía como «príncipe de los
panfletistas», estuvo directamente relacionado con Robert Harley, primer conde
de Oxford, que fue speaker de la
Cámara de los Comunes (1701-1704), ministro whig
(1705-1708) y ministro tory
(1710-1714) antes de quedar relegado con la llegada de los Hannover, y de sus
ministros convirtiéndose en una suerte de propagandista oficiosos del gobierno.
Asumió,
hasta junio de 1711, la redacción del grueso de los textos publicados por The Examiner, periódico fundado por un
ministro tory (St. John) en noviembre
de 1710 para favorecer la suerte política del gobierno. Swift siguió, después,
atacando, por su pasada corrupción o por oponerse a la Paz, a los whigs en varios panfletos. Disfrutó en
esos años de gran reputación como «folletinista no falto de ingenio», y tras la
muerte de la reina Ana y la caída del gobierno, regresó a Irlanda, donde
falleció en octubre de 1745.
Breve sinopsis de El arte de la mentira política:
Inútil
recordarlo: política y mentira suelen ser buenas compañeras.
Parece,
sin embargo, que los políticos de hoy mienten con torpeza: seguramente, a no
pocos haría bien recordar las recomendaciones que algunos sagaces británicos
dejaron escritas allá a principios del siglo xviii.
Cuando
la incipiente política parlamentaria iba perfilando las modalidades de las que
siguen viviendo nuestras democracias, Jonathan Swift y sus satíricos amigos
descubrieron la siguiente verdad: el mentir bien a los ciudadanos no es cosa
que se improvise; es un arte con todas sus reglas…
Comentario:
En
1733 se publica en Ámsterdam la traducción francesa de un tratado titulado El arte de la mentira política, firmado
por Jonathan Swift. Se trataba de un folleto que anunciaba la próxima
publicación de dos volúmenes que versarían precisamente sobre la mentira
política; no obstante, nunca se llegaron a publicar. Asimismo, para ser fieles
a la verdad, es preciso añadir que, aun cuando la firma que aparecía era la de
Swift, El arte de la mentira política
fue en realidad escrito por John Arbuthnot (1667-1735), “médico de la reina Ana
y autor satírico escocés que ha pasado a la posteridad como inventor de ese
personaje, Jonh Bull, que para siempre encarnará el estereotipo del carácter
nacional británico”. Arbuthnot, que mantenía una gran amistad con Swift, era un
autor reservado que otorgaba poca importancia al reconocimiento literario; de
hecho, sus obras solían publicarse bajo pseudónimos, y cuentan sus biógrafos
que permitía a sus hijos jugar con cualquier hoja de papel que se hallase en la
casa, creando cometas a partir de los manuscritos de su padre. Jean-Jacques
Courtine, en la introducción de la obra, lo expresa así: «Imaginar que los
folios de este Arte pudieron flotar
atados de un hilo siguiendo los caprichos del viento, para mayor gozo de la
chiquillería, otorga a las páginas que siguen un aliento particular, como un
soplo de libertad. Los escritos vuelan, y con ellos las mentiras”.
~*~
Siguiendo
el ejemplo de Maquiavelo con su libro El
Príncipe, John Arbuthnot pretende sintetizar la tipología de las mentiras
políticas a lo largo de la Historia, tesis merecedora de figurar en la
Enciclopedia y de convertirse en un elemento indispensable en la «educación del
príncipe hábil». El arte de la mentira
política tiene como finalidad, pues, explicar dichas mentiras
independientemente del tiempo y el lugar, creando así una guía que sirva para
generaciones futuras.
La
obra de Arbuthnot se divide en dos volúmenes; el primero, a su vez, está
dividido en once capítulos. Sobre este primer volumen versará nuestro análisis.
En
primer término, el autor, como filósofo, intenta explicar por qué el hombre
miente desde lo más profundo de su ser: desde el alma, a la que divide en dos
partes: para Arbuthnot, tiene una forma cilíndrica con dos bases planas. La
cara que forma el cilindro representaría el lado del diablo, la parte del alma
que distorsiona la realidad de lo imaginaria, la “parte mentirosa”. Las dos
bases circulares pertenecerían a Dios, la “parte de la verdad”. De ello se
deduce que el arte de la mentira política reside, pues, en la parte cilíndrica
del alma.
Arbuthnot
también reflexiona sobre las cualidades del espíritu, entendidas por el autor
como la malicia y lo maravillosa, ambas guiadas por el amor propio de cada uno.
Esta observación le permite, junto a su concepto de alma, pasar a definir la
mentira política.
Según
este autor escocés, la mentira política es “el arte de hacer creer al pueblo
falsedades saludables y hacerlo a buen fin”. Con ayuda de ejemplos
contemporáneos, Arbuthnot demuestra que existen falsedades saludables, y fija
unas normas para calcularlas en libras, chelines o peniques.
A
continuación, legitima la mentira política basándose en que el pueblo no tiene
derecho a la “verdad política”. En este punto, determina “si el gobierno y solo
él tiene derecho a acuñar las mentiras políticas”. Su conclusión es que el pueblo,
aunque no tiene derecho a saber la verdad política, si tiene derecho, en parte,
a inventar y difundir mentiras políticas. Esta es el arma del pueblo para
derrocar a un ministro o a un gobierno.
A
lo largo de la obra, Arbuthnot, ayudándose a veces de diversos ejemplos, divide
la mentira política en diferentes tipos. A saber, sintetizando las conclusiones
del autor:
-
Mentira por calumnia (“arrebata a un
buen hombre la reputación que se ganó justamente).
-
Mentira por aumento (“atribuye a un gran
personaje mayor reputación que la que se merece”).
-
Mentira por traslación (“transmite el
mérito de una buena acción a un hombre u otro poseedor de cualidades
superiores”).
-
Mentiras que espantan o infunden terror.
-
Mentiras que animan y enardecen.
-
Mentiras de promesas (etc.)
Asimismo,
explica la forma de averiguar, en una mentira, quién la proclamó, cuándo y
dónde.
Finalmente,
en el último capítulo del libro, el undécimo, Arbuthnot plantea lo siguiente:
“si una mentira se contrarresta mejor con una verdad o con otra mentira”. Así
bien, afirma que para él la mejor manera de destruir una mentira es oponiéndole
otra.
~*~
Al
leer esta, digamos, tesis de John Arbuthnot sorprende la vigencia con la que
aun hoy en día podemos encontrar los diferentes tipos de mentiras políticas,
cada vez a mayor escala. Como el autor pretendía, es una obra que ha perdurado
en el tiempo, que no conoce fronteras, porque ¿qué político no ha mentido
alguna vez en los últimos tiempos?
No
tenemos que irnos muy lejos. Durante la segunda legislatura de José Luis
Rodríguez Zapatero, según el Gobierno español, el país no estaba sufriendo una
crisis, sino, ni más ni menos, una “desaceleración del mercado”. Hace poco más
de un año, el actual Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, afirmó
categóricamente que no iba “a tocar” ni las pensiones, ni la educación, ni un
largo etcétera. Pero el largo etcétera no acaba ahí.
La
mentira política incluso ha llevado a países a guerras. Todos tenemos bien
presente las famosas bombas de destrucción masiva que, según el expresidente
estadounidense George W. Bush hijo, poseía Saddam Houssein. Consecuencia:
invasión de Irak. Miles de civiles iraquíes muertos. Familias de soldados
norteamericanos destrozadas. Periodistas asesinados. Daños colaterales, como
no. Unidas a los intereses económicos e ideológicos de los medios de
comunicación, la mentira política se convierte en puro opio para el pueblo. Por
poner otro ejemplo, remontémonos al 2004 y a la cabezonería del diario “La
Razón” y del periodista Federico Jiménez Losantos, entre otros, de que los
atentados de Atocha habían sido perpetrados por ETA aquel fatídico 11 de marzo
en Madrid, aun habiéndose demostrado que tal organización terrorista no había
sido la culpable.
Por
supuesto, hay que matizar: con estas afirmaciones, supongo que ni Arbuthnot ni,
desde luego, yo, pretendemos meter a toda la clase política “en el mismo saco”.
Claro está que hay políticos que, por alguna razón, no tienen tan desarrollada
es parte cilíndrica de su alma. Demos gracias por ello.
Sin
embargo, sorprende ver cuánta mentira tras mentira se le dice o pretende hacer
creer al pueblo. Sospecho que son fervientes seguidores de cierta parte de la
filosofía kantiana.
Todo
esto me recuerda, inevitablemente, a la tesis de Schmitt: todo partido
político, todo Estado, necesita un enemigo y, a su vez, rodearse de amigos que
le apoyen. En el caso de España, esta lucha constante la capitanean, por un
lado, el Partido Popular y, por otro, el Partido Socialista. Entre sus amigos,
no solo se encuentran el resto de partidos políticos afines a su ideología,
sino que se unen medios de comunicación que no parecen otra cosa que sus
portavoces oficiales. ¿Ética? ¿Dónde?
Así,
uniendo este planteamiento de Schmitt con el de Arbuthnot, llegamos a la
conclusión de que los políticos españoles, esos que mienten, esos que estafan,
esos que tienen extremadamente desarrollada la parte cilíndrica del alma, dicen
una mentira para rebatir a su enemigo político; este enemigo, o uno de sus
amigos, ataca con un verdad, y un medio de comunicación amigo de su enemigo se
encargará rápidamente de recordar que hace unos meses dijeron algo totalmente
opuesto…
Un
lío, ¿verdad? Ahí se encuentra el pueblo español, con legitimidad, según
Arbuthnot, para recibir mentiras y, a su vez, con capacidad para generarlas.
Quizá debiéramos mentir un poco más.
MJ
Biografía,
sinopsis y citas extraídas de: Swift,
John: “El arte de la mentira política”. Diario Público, 2010.
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